En el centro de Chihuahua hay una tienda de vestidos de novia muy famosa. En el aparador, una maniquí de mirada penetrante ha estado ahí desde hace décadas. Todos la conocen como La Pascualita.
Cuenta la historia que es tan realista que parece una persona embalsamada. Sus manos muestran arrugas y uñas perfectas, su mirada de vidrio parece seguirte al pasar. Algunos dicen que es el cuerpo de la hija de la dueña original de la tienda, quien murió el día de su boda por la picadura de un alacrán.
Una noche, Mariana, una joven costurera que trabajaba en la tienda, se quedó hasta tarde terminando un vestido. El reloj marcaba las 11:30 p.m. cuando escuchó un crujido detrás de ella. Se giró, pero no había nadie. Entonces, de reojo, vio que La Pascualita parecía haber cambiado de posición.
—Debo estar cansada —pensó.
Siguió cosiendo, pero cada pocos minutos sentía esa mirada clavada en la nuca. Cuando por fin terminó, se acercó al aparador para ver a la maniquí de cerca. La luz de la calle entraba por la ventana y le iluminaba el rostro.
Mariana sintió que el corazón le latía con fuerza. Juraría que los labios de la maniquí se movieron ligeramente, formando una sonrisa macabra. Dio un paso atrás, pero en ese momento escuchó algo que la dejó helada:
—No te cases… —susurró una voz ronca.
La joven salió corriendo de la tienda y nunca volvió a trabajar ahí.
Lo más aterrador ocurrió al día siguiente. El vestido que había terminado estaba en el suelo, completamente rasgado, como si alguien lo hubiera destrozado con furia. Nadie más tenía las llaves de la tienda.
Desde entonces, los trabajadores aseguran que cuando alguien planea boda y pasa demasiado tiempo mirando a La Pascualita, escuchan su voz advertirles cosas que se cumplen: novias que han enfermado, accidentes en bodas, e incluso desaparecidos.
Por eso muchos en Chihuahua dicen que si La Pascualita te sonríe, es mejor que canceles tu boda… o podrías no vivir para verla.

