La verdadera historia de los Teletubbies

Cuando era niño, siempre veía los Teletubbies en la televisión. Recuerdo que me parecían extraños, pero inofensivos. Sus colores brillantes, risas contagiosas y la música pegajosa me hacían sentir seguro… hasta que algo cambió.

Era una tarde lluviosa, y me quedé solo en casa. La televisión estaba encendida, pero no recuerdo cómo llegué a un canal que no era el normal. La pantalla estaba cubierta por estática y, de repente, apareció un episodio que nunca había visto. Todo estaba gris, los Teletubbies caminaban lentamente por un prado desolado. Sus ojos ya no tenían vida, como si fueran muñecos vacíos.

El prado no tenía flores ni el sol brillante; en su lugar, un cielo gris y nubes que parecían moverse lentamente hacia la cámara. Los Teletubbies no hablaban ni reían. Solo caminaban hacia la cámara, y cada paso hacía que el suelo se resquebrajara con un sonido húmedo y crujiente.

De repente, la figura morada —Tinky Winky— se detuvo, giró lentamente su cabeza hacia mí y sus ojos se movieron de manera antinatural, siguiendo cada movimiento que hacía en la habitación. Su boca se abrió más de lo que un humano podría, revelando dientes negros y afilados. Su voz surgió como un susurro gutural:

«Ven… juega con nosotros…

Mi corazón se detuvo. Intenté apagar la televisión, pero no respondía. La pantalla se llenó de estática y por un instante pude ver mi propia habitación reflejada en el monitor… y detrás de mí, Tinky Winky estaba allí, de pie, mirándome. No podía moverme ni gritar.

El sonido de los demás Teletubbies comenzó a aparecer: Dipsy, Laa-Laa y Po se acercaban desde los rincones de la pantalla, sus figuras deformes y sus movimientos torpes, como si estuvieran hechos de plastilina estirada. Emitían un zumbido penetrante que parecía entrar en mi cabeza y llenarme de terror absoluto.

Intenté cubrir la pantalla con las manos, y entonces todo desapareció. Volvió la programación normal, con colores brillantes y risas felices. Creí que todo había sido un sueño… hasta la noche siguiente.

Escuché pasos dentro de mi habitación. La sombra de una figura morada se reflejaba en la pared. Una voz susurró desde la oscuridad:

«Ven… juega con nosotros…»

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