No era la primera vez que sufría parálisis del sueño, pero esa noche fue diferente. Abrí los ojos y la habitación estaba envuelta en penumbras, solo la luz tenue del poste de afuera iluminaba un rincón.
Allí estaba él.
Un hombre alto, inmóvil, vestido de negro. Su silueta era clara, y en la cabeza llevaba un sombrero de ala ancha. No podía verle el rostro, pero sabía que me observaba. Sentí una presión en el pecho, como si el aire se hubiera vuelto más denso.
Intenté gritar, mover un dedo, cualquier cosa… nada funcionaba. El silencio se hizo insoportable, hasta que escuché un roce, como pasos arrastrándose hacia mí. El Hombre del Sombrero se acercaba lentamente, sin prisa, como si disfrutara cada segundo de mi terror.
Cuando estuvo al lado de mi cama, se inclinó sobre mí. Lo único que pude distinguir fueron dos ojos rojos encendidos en la oscuridad. Su sombra cubrió todo, y un susurro profundo se filtró en mi mente:
—Ya no duermes solo.
La presión desapareció y al fin pude moverme. Me incorporé de golpe, encendí la luz… pero la habitación estaba vacía. Pensé que había sido un sueño, hasta que noté algo en la sábana: una marca oscura, como la forma de una mano, todavía húmeda, justo sobre mi pecho.
Desde esa noche, cada vez que cierro los ojos, siento que alguien sigue de pie en la esquina, esperando que vuelva a quedarme indefenso
🕰️ Origen del Hombre del Sombrero
.Entre las sombras de la noche existe una figura que ha aterrorizado a miles de personas alrededor del mundo: El Hombre del Sombrero, conocido también como Hat Man.
Quienes lo han visto lo describen como un hombre alto, vestido de negro, con un sombrero de ala ancha. Nunca se le distinguen los rasgos del rostro; su cara es solo una sombra oscura, pero sus ojos suelen brillar en tonos rojos o amarillos.
La mayoría de los encuentros suceden durante la parálisis del sueño, cuando la víctima despierta y no puede moverse. Al abrir los ojos, lo ve parado en la esquina de la habitación, observando en silencio. A diferencia de otras visiones pasajeras, el Hombre del Sombrero no desaparece al cerrar los ojos. Se queda allí, inmutable, como si disfrutara del miedo que provoca.





