La Isla de las Muñecas (creepypasta de terror)

Hace unos meses decidí visitar Xochimilco con unos amigos. Queríamos algo diferente, así que le pedimos al lanchero que nos llevara a la famosa Isla de las Muñecas. Él nos miró raro y nos preguntó si estábamos seguros. Cuando le dijimos que sí, solo asintió y empezó a remar.

El trayecto fue largo y silencioso. El ambiente se volvió más pesado a medida que nos acercábamos. Entre los árboles, comenzaron a aparecer cuerpos de muñecas colgadas, algunas sin ojos, otras sin brazos, todas observándonos.

Cuando llegamos, bajamos a explorar. El lugar era un cementerio de muñecas: cabezas clavadas en los troncos, cuerpos de plástico enredados en las ramas. El aire estaba inmóvil, no se escuchaba ni el canto de los pájaros.

Yo encontré una muñeca diferente, con el vestido limpio y los ojos intactos, como si alguien la hubiera dejado ahí hace poco. La levanté para verla mejor… y entonces escuché un susurro detrás de mí:
Devuélvemela.

Solté la muñeca y me di la vuelta, pero no había nadie. En ese instante, las muñecas comenzaron a mover la cabeza, todas al mismo tiempo, como si me siguieran con la mirada.

De repente, el lanchero gritó que subiera de inmediato. Corrí de regreso y salté a la trajinera. Cuando nos alejábamos, vi algo que nunca voy a olvidar: una niña parada en la orilla, con el vestido empapado, mirándonos fijamente. Las muñecas detrás de ella parecían sonreír.

Esa noche, ya en mi casa, escuché un golpeteo en la ventana. Cuando me acerqué, había una muñeca vieja, mojada, con los mismos ojos que la que vi en la isla. Desde entonces, cada noche escucho pasos pequeños en mi habitación y el sonido de cuerditas de muñeca tensándose en la oscuridad.

Origen de La Isla de las Muñecas (Xochimilco)

La historia de la Isla de las Muñecas comenzó con Don Julián Santana Barrera, un hombre que decidió mudarse a una pequeña chinampa en los canales de Xochimilco. Poco tiempo después de llegar, encontró el cuerpo de una niña que había muerto ahogada en los alrededores de la isla.

Don Julián quedó profundamente afectado por lo sucedido y comenzó a sentir la presencia del espíritu de la niña. Para ahuyentarla, empezó a colgar muñecas viejas que encontraba en la basura o que recibía como regalo.

Con el tiempo, la colección creció hasta cubrir casi toda la isla. Las muñecas, expuestas al sol y la lluvia, comenzaron a deteriorarse: se les caían los ojos, se rompían sus cabezas, sus vestidos se pudrían… y eso dio al lugar su aspecto macabro.

Lo más inquietante es que, años después, Don Julián fue encontrado muerto en el mismo canal donde halló a la niña. Desde entonces, muchas personas creen que su espíritu sigue en la isla, cuidando de las muñecas y acompañando al alma de la niña.

Hoy, la isla es un lugar turístico, pero quienes la visitan aseguran que el ambiente es extraño, que sienten que alguien los observa y que, en las noches, las muñecas parecen moverse por sí solas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *